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Nos queda la palabra

 

Por el Dr. Torres

En la consulta, alejado del ruido y de los signos que envuelven y ocultan nuestra propia imagen, la escucha, el silencio y el diálogo interno y externo de paciente y terapeuta conforman el milagro del tiempo y espacio compartidos a través de la palabra.

Cuando hemos estado constreñidos en el trabajo, en el ámbito doméstico, en la sociedad, cuando las emociones no se pueden compartir porque nos han adoctrinado para reprimirlas, cuando vivimos en una sociedad fascinada por lo efímero que rechaza el sufrimiento y la vulnerabilidad, en la consulta se hace imprescindible que aparezcan las palabras no pronunciadas. Palabras de tristeza, miedo, soledad, angustia. Verbos no empleados, adjetivos prohibidos, adverbios mutilados. Y así, de pronto, al abrir la caja de Pandora aparecen esas palabras no dichas en batallones y surge la catarsis, el vómito del dolor, la frustración y la injusticia.

Hoy, sin ir más lejos, he asistido al vaciado emocional de una mujer joven llena de palabras de miedo, rencor, culpa, sufrimiento, esfuerzo y cuidado. Un relato que la ha llevado desde su vida preescolar al momento actual. Minutos llenos de silencios y cargados de palabras vividos como un pequeño milagro tras meses de contención emocional.

Los pacientes acuden a nosotros con sus vidas, diversas y policromas, aunque a menudo las tiñen de oscuro. Relatos que consideran grises cuando en realidad no hay ninguna vida gris. Todas tienen su valor, sus colores y matices.

Al reflexionar sobre los relatos de cada día, en la intimidad de mí mismo fuera de la consulta, comprendo que muchas veces escucho historias de renuncia y renunciar es difícil porque implica pérdidas

 

Igualdad o diversidad

 

Ya nos muestra Aristóteles que la ciudad es por naturaleza una multiplicidad1 y por tanto sus habitantes serían un conjunto de almas diversas en su forma de entender la vida y de hacer su camino en ciudades dentro de la ciudad2, como una matrioska. Si hay algún un lugar en el que se manifiesta de un modo claro esta polifonía es en la consulta del médico de familia.

Desde una perspectiva clínica y vivencial podemos darnos cuenta de que cada diversidad es fruto de la época en la que nos toca vivir. Las patologías que atendemos, los miedos de los enfermos y sanos que acuden a nosotros, los modos de entender y vivir la sexualidad, las relaciones entre las distintas generaciones, la influencia de los medios de comunicación en la génesis de problemas de salud y búsqueda de soluciones, el comportamiento de los profesionales ante el desarrollo de técnicas diagnósticas y oportunidades de tratamiento, las distintas formas de violencia o la actitud ante la finitud de la vida han cambiado en gran medida desde que terminé mis estudios de medicina. Como amenudo los hombres, más que a sus padres se parecen al tiempo en el que viven3 es imprescindible, que el médico actúe en consonancia con su tiempo.

Frente a la diferencia en valores, actitudes y comportamientos ante la vida que cada persona individual que entra por la puerta del lugar privado de la consulta pueda tener con el terapeuta, éste saca o debería sacar (no sin esfuerzo de contención y comprensión previos) de su mente y de su alma como un prestidigitador respeto, calidez y compasión. Y con ellos construye la terapia sabiendo que el paciente no es un igual sino un semejante que acude en busca de ayuda, pensando que las palabras usadas nunca se desperdiciaran si su finalidad es el cuidado4.

 

La palabra escrita

 

Si la tarea del médico es en gran medida escuchar historias, reflexionar y tejer con ellas la urdimbre que facilite una vida más sólida, segura y saludable en consonancia con los valores de cada paciente, parece preciso haber aprendido y vivido múltiples historias a lo largo de su vida que le ayuden en la difícil tarea de comprender el alma humana.

En el ensayo sobre la utilidad de la literatura, Antoine Compagnon5 pone de manifiesto que leer es un ejercicio de pensamiento (algo especialmente necesario en tiempos de zozobra) que ayuda a que la vida se más agradable, clara y rica. La lectura nos da placer y es una fuente de aprendizaje que proporciona autonomía, libertad y responsabilidad, cualidades necesarias para actuar como buen médico. Por todo ello, la lectura de novela, poesía y ensayo actuará como un facilitador de la comprensión del mundo que le rodea y el de los otros.

A través del relato lo concreto sustituye a lo abstracto y el ejemplo a la experiencia, de modo que los personajes nos conducen a un mejor entendimiento de la vida y la enfermedad de los pacientes; algo que también consiguen el cine, el teatro o la ópera. Así, la palabra escrita, leída o escuchada reduce las limitaciones de la vida cotidiana impuestas por los protocolos, los ensayos clínicos y las normas muchas veces obsoletas, sesgadas y nada individualizadoras.

 

Las palabras importan

 

Sean fuertes, sean amables6, fue el mensaje de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern para enfrentarse al virus que ha determinado nuestras vidas en los últimos meses, demostrando una vez más su capacidad para afrontar las crisis.

Las palabras importan, en política, en las relaciones sociales y por supuesto en la consulta, porque una vez emitidas no son nuestras y, sin embargo, podemos ser responsabilizados de sus efectos4.

Palabras emitidas y palabras calladas en las esperas húmedas de la consulta, en la conspiración del silencio; palabras que acarician, alivian y curan; palabras que hieren, que duelen, que matan.

A menudo olvidamos la importancia de las palabras. Aquello que decimos y cómo lo decimos. No somos conscientes por las prisas o la rutina de nuestro lenguaje verbal carente de cordialidad, de empatía y de ciencia y menos aún del no verbal mostrando hastío, miedo, inseguridad, indiferencia, apatía o falta de interés.

Y si somos descuidados con las palabras que emitimos, lo somos aún más con las que recibimos, porque no escuchamos. No escuchar es olvidar que el verdadero hablar es unir tu palabra a la palabra recibida y, así, devolver la palabra7.

Esta devolución se encuentra en la práctica de una medicina reflexiva8, especular, tan inusual hoy en día, ya que, en las entrevistas clínicas, los médicos interpretan lo que dicen los enfermos, pero no escuchan sus palabras, ni están atentos a los mensajes implícitos que hay detrás de las frases, los silencios y los gestos. Se sientan delante de la pantalla, en el cine de la vida, pero no son capaces de prestar la atención debida a los diálogos de los personajes.

La mayoría de los médicos desconectan cuando internamente creen haber llegado a un diagnóstico, o cuando los pacientes les dicen cosas que no encajan con la construcción médica del relato8 por considerarlo irrelevante o por no ser capaces de entender las palabras del paciente. Deberíamos saber, que los enfermos siempre tienen dos historias que contar: la biológica y la biográfica, y ambas son inseparables por mucho que nos hayan insistido en que todo es biología.

Las palabras importan, y por eso, en las historias clínicas los médicos deberíamos escribir literalmente lo que el paciente nos cuenta, pero, casi nunca es así8, como si el relato de cómo son las cosas de verdad no fuera de interés.

Los estudios demuestran que los médicos no escuchan9 y se equivocan. Se equivocan porque dejar hablar siempre funciona10. No tenemos en cuenta, que, en el año 2021, la conversación entre médico y paciente sigue siendo la herramienta más poderosa para llegar al diagnóstico correcto de la enfermedad y para el cuidado.

Marco Aurelio en sus Meditaciones11 nos da las claves para construir el cuidado: no juzgar, ponerse en el lugar del otro, escuchar con la máxima atención y entrar en su interior permitiéndole entrar dentro de nosotros.

Las palabras importan, tienen sentido si hay alguien que las recibe y si son auténticas porque entonces, se forjan con el yunque del silencio7, ese lugar imprescindible del que surge la luz del entendimiento que da lugar a la terapia.

 

La palabra creadora

 

Las palabras importan porque su peligro puede ser tan cierto como el de las panteras o los tigres fuera de la jaula4, pero no hay nada como las palabras para caminar de la mano. Palabras que al emitirlas crean un universo de posibilidades y de vida; maestra, madre, amigo, amado, compañera. Palabras que generan confianza, alegría y paz. Palabras creadoras frente a la fealdad y la destrucción.

Las palabras creadoras crean cultura, que es aquello que hace que la vida merezca ser vivida. La cultura de un pueblo viene marcada por su filosofía de vida3, su forma de vivirla, su pasión y sentido del arte. Arte al servicio de la belleza y belleza al servicio de la vida.

Las palabras conforman la arquitectura de la novela, el poema, el guion de una película, el libreto de una ópera. Con las palabras creamos y recreamos cultura, lazos y vida.

Como ciudadanos debiéramos perseguir que las leyes garanticen la igualdad de derechos y de oportunidades, pero también de deberes. En estos términos el acuerdo debería ser unánime. Sin embargo, frente a una inexistente y quimérica igualdad absoluta de las personas es necesario que propongamos el respeto y el amor por el otro, como principal norma de convivencia pacífica y creadora.

 

La palabra en la consulta del médico homeópata

 

Se ha observado, analizando el contenido de las historias clínicas12, que los médicos no suelen escribir de modo literal las palabras que el paciente emplea en su relato, de manera que un síntoma descrito con una supuesta relación causal y con unas sensaciones determinadas ( “desde que me caí al agua helada siento un dolor punzante en el lado izquierdo del pecho como si me dieran descargas eléctricas y por la noche estoy peor y siento angustia”) se categoriza con palabras que aun no siendo veraces tienen significado para el profesional ( dolor costal neuropático).

Esta falta de exactitud puede estar relacionada con la superficialidad de la escucha, pero también con el desconocimiento de la utilidad del relato específico y de una semiología que enriquece la comprensión de la historia clínica del paciente y la personaliza.

En la entrevista del médico homeópata es de capital importancia la causalidad expresada por el paciente como desde que… así como la descripción de las sensaciones (como se siente cada uno de los síntomas), las modalidades (circunstancias que modifican el síntoma) y las concomitancias (síntomas acompañantes). De este modo, las expresiones propias del paciente deben registrarse de modo literal porque serán las llaves que abrirán la puerta a la comprensión del problema consultado, al diagnóstico homeopático y al tratamiento.

Con esta metodología los médicos homeópatas conocemos el componente científico, dialógico, narrativo y terapéutico de la homeopatía. Y en la medida en la que aunamos pasión, experiencia y conocimiento como fortalezas independientemente del momento histórico que nos toque vivir sabemos que desde la humildad y la serenidad nos queda la palabra.

 

Compartimos este poema escrito por el Dr. Torres

 

El ladrón de palabras

 

El ladrón de palabras

¿Qué somos, sino palabras?

Conglomerados que flotan etéreas

en el aire, en las ondas, en la red

y desde tantos siglos en el papel.

 

Para ser un buen ladrón de palabras

es necesario leer, no con la vista,

sino con todo el cuerpo, porque

hay palabras que hielan las manos

y otras que rasgan el corazón.

 

Hay palabras gastadas por el uso

que son borrosas,

palabras aburridas que provocan

el bostezo,

y palabras que nos deslumbran

como a un niño absorto

que mira por primera vez la mar.

 

Busco en secreto en el diccionario

palabras nuevas como un arqueólogo

o un nuevo Sherlock Holmes

porque la sed de palabras puede

ser inagotable y crea adicción.

 

Hay palabras que te ignoran

y otras que te nombran

palabras que te aíslan y

esas que te acompañan.

Están las que alivian y

las que duelen

 -De eso, saben mucho los médicos, y aún más, los pacientes-

las que invitan, y las que rechazan.

 

Las palabras conforman un poema,

crean una canción, un relato o una comedia.

Son precisas para un discurso,

una teoría matemática,

la propuesta de un filósofo,

una ley de la física,

una declaración de amor.

 

El mundo se llena de palabras,

por eso, es necesario,

buscar las propias, las que

te identifican, las necesarias,

esas que te prestan la voz.

 

Son las palabras que te digo,

también las que me callo y

las que te pienso o me haces sentir.

 

Todas las palabras del diccionario

desde aarónico a zuzón,

que llenan de vida sus páginas,

y de sentido las vidas,

son para ti.

Bibliografía

  1. Aristóteles. Política. Espasa Calpe. 1999
  2. Elena Medel. Las maravillas. Anagrama. 2020
  3. Antonio Gala. Granada. Planeta. 1992
  4. Daniel Gamper. Las mejores palabras. De la libre expresión. Anagrama. 2019
  5. Antoine Compagnon. ¿Para qué sirve la literatura? Acantilado. 2008
  6. https://www.eldiario.es/internacional/theguardian/palabras-importan-ayudado-mensaje-claro-nueva-zelanda-ganarle-pulso-virus_1_7266155.html
  7. Josep María Esquirol. Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita. Acantilado. 2021
  8. http://gestionclinicavarela.blogspot.com/2021/02/la-medicina-reflexiva-proposito-de-john.html
  9. http://gestionclinicavarela.blogspot.com/2017/05/contra-la-medicina-de-manual.html
  10. http://gestionclinicavarela.blogspot.com/2017/09/el-monologo-del-paciente.html
  11. Marco Aurelio. Meditaciones. Enseñanzas para una conducta moral. Temas de hoy. 1994
  12. Petter Aaslestad, Erik Skuggevik, Deborah Dawkin. The Patient as Text: the Role of the Narrator in Psychiatric Notes, 1890-1990. 2009. CRC Press
  13. https://www.youtube.com/watch?v=2C4GRwfEaMQ
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