La última visita había sido particularmente dura. Médica y emocionalmente (si es que eso puede deslindarse). Así que cuando recordó que ahora se trataba de una adolescente sintió un cierto alivio. Recordó, mientras preparaba la historia, que venía en contra de su voluntad. Algo bastante frecuente en adolescentes. Bueno, se dijo sonriendo, utilizaré mi vieja táctica de terapeuta estratégico.

escribir, por ejemplo, la noche está estrellada…

Una vez que la madre hubo expuesto todas sus impresiones, a las que la chica pareció no prestar ninguna atención, se quedó a solas con ella. Enseguida quedó claro que estaba incómoda y que hubiese deseado no venir. Tenía el pelo claro y su rostro, a pesar de su tristeza, exhalaba frescura y juventud por todos lados. Había algo raro en ella, no sé. Miraba al suelo y no despegó de ahí la mirada ni tan siquiera cuando él repitió los comentarios de su madre sobre que apenas comía, no salía, casi no dormía, estaba muy irritable…  Nada de nada…

y tiritan, azules, los astros a lo lejos…

Entonces le dijo que entendía que estuviera tan triste y que seguro que tenía muchos motivos para ello…muchas veces las cosas no van como queremos y todo es una mierda, si me permites la expresión…

porque en noches como esta la tuve entre mis brazos…

Tenemos una hora por delante, añadió, así que podemos hacer dos cosas: me pongo a contestar correos que tengo atrasados mientras tú sigues ahí mirando al suelo o lees una  revista y cuando acabe la hora tu madre me paga y ya está o, si quieres, me cuentas algo, lo que quieras, y yo te escucho… la mierda, si me permites la expresión, se me da bastante bien…

la noche está estrellada y ella no está conmigo…

Eso último pareció despertarla un poco pero puesto que siguió con su actitud mohína, él hizo amago de abrir el ordenador al tiempo que le decía muy bien, como quieras…

Había algo en su mirada. Desde el principio lo supo. La verdad es que no sabía por qué, o sí, qué más da,  pero por un momento deseó que no dijera nada, que se quedara ahí callada mirando al suelo o leyendo una revista como le había sugerido y el tiempo pasara sin mayor problema…

pensar que no la tengo, sentir que la he perdido…

Pero no. De pronto, rompió a llorar. Al principio lo hacía débil, tenuemente, como con miedo, como el sonido lastimero de un perrito abandonado. Pero después fue aumentando gradualmente y al final todo su cuerpo parecía convulsionar entre las lágrimas…

su voz… su cuerpo claro… sus ojos infinitos…

No era la primera vez que alguien lloraba en la consulta. Mejor dicho, era bastante frecuente que lo hicieran. Estaba muy acostumbrado a ello. Pero esta vez no supo bien qué hacer. Esa mirada. Notó algo en la garganta. Era estúpido, ya sé, porque él era un adulto. Era un adulto, sí señor, un pedazo de adulto, casi un viejo, un señor médico además. Y ella era una adolescente, jaja, una adolescente con sus chorradas de críos… Será el calor… Sí, será el calor, este maldito calor, esta maldita humedad o lo que sea que me está quemando la garganta…

como para acercarla mi mirada la busca, mi corazón la busca y ella no está conmigo…

Después se levantó y se puse a su lado. Él también agachó la cabeza y se clavó al suelo. No quería mirarla. Por nada quería mirarla. La tocó apenas y de repente también le entraron una terribles ganas de llorar.

es tan corto el amor,  y es tan largo el olvido…

Ella tan sólo sollozaba y sollozaba y sólo decía que quería morirse, que no quería estar más, que la dejasen en paz, que sólo quería morirse… Se agarró a su cuello tan fuerte que pensó que se lo  rompería. La verdad es que tuvo ganas de que se lo rompiese. Hubiese deseado rozarle el pelo aunque fuese, lo hubiese deseado, pero no lo hizo. Sólo permaneció allí dejándose abrazar mientras ella seguía y seguía diciendo todas esas cosas entre mocos y lágrimas…

oír la noche inmensa, más inmensa sin ella…

Pensó también en decirle lo que seguro ya le había dicho todo el mundo, médicos y psicólogos, que todo esto pasaría, que el tiempo todo lo cura, que era una chica muy guapa, que sería feliz…Lo pensó pero no le dijo nada de toda esa mierda, si me permiten la expresión… Por suerte, para entonces, ya no podía hablar con todo ese nudo que lentamente le iba corroyendo la garganta…

eso es todo… a lo lejos alguien canta… a lo lejos…

No supo cuánto tiempo estuvieron así… Cuando regresó la madre atinó a decir que no habían tenido tiempo suficiente y que esperaba verla la semana próxima, que el medicamento homeopático le iba a ayudar mucho, que todo iba a ir bien…

¿Es tu familia? dijo ella al despedirse señalando el pequeño retrato a su espalda.

Él no dijo nada.

la misma noche que hace blanquear los mismo árboles… 

Después, a solas de nuevo, se acercó a la ventana. Bueno, hizo que se acercaba. Ya era de noche. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles, pensó…  la misma noche, la misma puta noche que hace blanquear los mismos putos árboles…

como para acercarla mi mirada la busca… mi corazón la busca…

Después se sentó, enterró la cabeza en las manos y se puso a llorar sin más preámbulo.

Adenda: para alguien que estuviera haciendo un estudio objetivo sobre el llanto bien pudiera anotarse una puntuación aproximada de cinco sobre cinco, teniendo en cuenta la edad y el sexo del sujeto, la cantidad de ruido emitido, la cantidad de convulsiones corporales, la cantidad de tiempo invertido en el proceso, la cantidad de mililitros de lágrima y mocos…

En fin, en una palabra, la suma total de toda esa mierda si me permiten la expresión…

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8 Comments

  1. Avatar Gualberto el 28 mayo, 2015 a las 1:37 pm

    Gracias Gonzalo.
    Yo también confieso, pero es que además terminé llorando también (aunque con dignidad, sin aspavientos 😛 ). Se trataba de un niño y prácticamente no nos dijimos nada porque las emociones se desataron casi al principio de la consulta, al cogerle de las manos y tomarnos un rato para respirar y coger confianza.
    Conozco bien a su madre por otros motivos, tenemos amistad y nos había dejado solos. Me llamó al día siguiente: “¿Qué le has dicho? Al preguntarle qué tal en tu consulta sólo me ha respondido que no quiere ver a nadie más, que tú eres el único que le comprende”.
    Me quedé tan sorprendido como ella, y ciertamente aprendí mucho de aquello.

    • Avatar Gonzalo Fernández el 1 junio, 2015 a las 4:46 pm

      Un ejemplo muy bonito amigo Gualberto sobre esa conexión tan especial que a veces conseguimos y que va más allá de lo terapéutico o, en todo caso, ya no se sabe quién hace terapia con quién.
      ¿Acaso no es esto también homeopatía? Yo creo que sí… Aunque estarás de acuerdo conmigo en que desde una cierta perspectiva no creo que tampoco importe demasiado.
      un abrazo

  2. Avatar Hilda Liliana el 28 mayo, 2015 a las 1:45 pm

    ….sencillamente maravilloso! Me he quedado pensando en el estudio del llanto.Pero lo más hermoso, además de la prosa tan poética, es como se narra el encuentro único entre el homeópata y la paciente. Sólo lo podemos sentir los que lo vivimos . Felicitaciones y Gracias!
    Liliana

    • Avatar Gonzalo Fernández el 1 junio, 2015 a las 5:03 pm

      Hola Hilda,
      es cierto que ese encuentro es único y que la entrevista homeopática, aunque no solo, le da más posibilidades de hacerlo especial. Pero también es cierto que muchas veces sucede y ya está y no eres muy consciente de qué has hecho o has dejado de hacer para que pase.
      Quizá, simplemente, estar.
      En todo su significado.
      un abrazo

  3. Avatar Eduardo el 31 mayo, 2015 a las 9:33 am

    Que momento más mágico de empatía! De esos que ponen los pelillos de punta. Con esa combinación de medico y de contador de historias, durante el texto, me has convertido en paciente que cura y en escuchador que disfruta.
    Me has hecho ver, ese momento de empatía con el paciente en el que se establece la comunicación , mas bien la conexión, como una vela que soplas lo suficientemente fuerte como para avivarla y lo suficientemente suave como para no apagarla.
    Un placer leer en estas condiciones!
    Un fuerte abrazo

    • Avatar Gonzalo Fernández el 1 junio, 2015 a las 5:28 pm

      Hola Eduardo,
      hago ahora otra confesión. Estoy contestando encantado vuestros comentarios y la verdad es que me está llevando bastante más tiempo de lo habitual. Es como si fuera un texto que no quisiera que yo comente mucho más sobre él.
      Podríamos analizarlo y diseccionarlo de diferentes maneras o incluso aprovechar para tocar las múltiples derivadas que tiene desde la vertiente de la comunicación, la entrevista homeopática, la empatía y la sintonía, la pnl y la terapia estratégica, la humanidad de los médicos, el qué hacemos con las emociones, los estudios “objetivos” de las mismas…hasta el efecto placebo si queréis jaja… Incluso tengo una curiosidad malsana por saber qué se ha entendido de lo que he querido transmitir. Qué le pasa en realidad a la chica y al médico…
      Pero, como decía, creo que que lo que quiere es que no haga todo nada de eso. Que lo deje así, sin más…
      Me encanta tu metáfora de la vela…
      Un abrazo

  4. Avatar Conchi Calleja el 19 junio, 2015 a las 9:40 am

    Gonzalo, tu relato me ha hecho llorar, porque francamente, cuantos pacientes vienen así… Y lo que tu lograste con esa chiquilla es magnífico. Me atrevo a decir que los dos sentíais lo mismo, la vida asqueando, la superación de cada día, y dejar pausas para poder asimilarlo.

    Enhorabuena, me encanta como escribes.

    • Avatar Gonzalo Fernández el 22 junio, 2015 a las 11:36 am

      Hola Conchi,
      para mi, como ya he dicho, es un post muy especial aunque seguro que no será el más apreciado de los míos jaja … Por un lado los pacientes nos confían con generosidad sus ilusiones y desesperanzas más íntimas y eso es un regalo…y, por otro, ¿qué hacemos los médicos también con nuestras emociones? cada uno lo que puede o sabe…
      algunos escribimos los versos más tristes por la noche…
      gracias por los tuyos…
      un abrazo

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