Siempre hay distintos enfoques a la hora de interpretar una realidad pero, en un sentido, la vida podría resumirse en una ecuación: estímulo + sensibilidad = respuesta 

Todo lo que está vivo sobre este planeta está en constante interacción con el medio. Captamos un estímulo, lo procesamos y, en virtud de nuestra sensibilidad, desarrollamos una respuesta. Estamos en permanente adaptación al medio. Y eso ocurre en relación a cualquier tipo de estímulo. Nos da el sol y nuestra piel genera melanina para protegernos, sube la temperatura y sudamos para refrigerarnos, nos pica una abeja y nuestro cuerpo desarrolla una reacción inflamatoria para neutralizar el tóxico y acelerar la curación, sabemos de una desgracia y nuestros ojos lloran.

Y lo que también sabemos es que la respuesta a los estímulos es una respuesta individualizada que, como decimos en homeopatía, depende del terreno de cada persona, de su sensibilidad particular. Cuando nos da el sol todos reaccionamos pero no lo hacemos por igual. Cada piel tendrá una sensibilidad particular a ese estímulo y desarrollará la respuesta a su medida. Y cuando estamos a 20ºC algunas personas irán en camiseta y otras necesitarán abrigarse algo.

Y hay otra cosa que también sabemos y es que cada vez que reaccionamos ante un estímulo lo hacemos de forma global, nuestra fisiología, nuestras emociones y nuestros pensamientos siempre se implican en la respuesta. Nos pica una abeja y además de la inflamación también nos genera emociones (miedo, fastidio, ansiedad…) y pensamientos (¿qué hago?, ¿me va a doler mucho?, ¡de dónde habrá salido esa p… abeja!…). Somos seres globales y complejos que respondemos siempre de una forma compleja y global.

Pero no siempre que desarrollamos una respuesta ante un estímulo lo hacemos de una forma ajustada. A veces la respuesta no es la adecuada por defecto y otras no lo es por exceso. Y esto último es lo que ocurre en las alergias. Es como si nuestro sistema inmuno-nervioso-endocrino reconociera a una sustancia inofensiva para el organismo, un grano de polen, el pelo de un gato o el polvo del hogar, como un gran enemigo y desarrollase todo su sistema inflamatorio de defensa. Es decir, nuestros sistemas de control y de defensa actúan frente a un ser inofensivo como si se tratase de un enemigo frente al que hay que defenderse.

Y algo así es la alergia. Yo suelo explicar a mis pacientes que es como cuando estamos enfadados que cualquier cosa nos molesta y nos irrita, aunque no lo merezca. Pues bien, la alergia es un sistema inmunológico enfadado, irritado, que responde a estímulos normales de una manera desproporcionada.

Ante esta situación podemos desarrollar, básicamente, tres tipos de estrategias. Una de ellas, lógicamente, la evitación. Si sabemos que nos da alergia, lo evitamos. El problema de esta estrategia es que, por un lado, muchas veces es imposible evitar de forma eficaz la sustancia en sí como ocurre con los alérgenos más frecuentes como son el polvo o el polen, y por otro, muchas veces la persona alérgica lo es a una sustancia desconocida o cambiante.

Otra estrategia sería usar medicamentos que bloqueasen la reacción del cuerpo ante estas sustancias. Aquí los antihistamínicos convencionales y los medicamentos homeopáticos pueden ser de gran utilidad, con la ventaja por parte de estos últimos de carecer de efectos no deseados, como la somnolencia, y de poder ser usados con total seguridad en embarazadas y en niños. Pero este abordaje, siendo a veces necesario, no deja de ser “pan para hoy y hambre para mañana”. Solo controlamos los síntomas, en la medida de lo posible, sin variar la sensibilidad del paciente hacia la sustancia.

Pero aquí viene la tercera estrategia, la que yo considero la más interesante. ¿Y si fuéramos capaces de modificar esa respuesta anómala de ese sistema inmunológico? ¿Y si fuéramos capaces de trabajar sobre el terreno particular de esa persona para reprogramar sus defensas para que dejaran de reconocer como un enemigo a quien no lo es? Y ahí es donde cuando usamos la homeopatía desde el concepto de la individualización del tratamiento, de la modulación de esa fisiología particular alterada, podemos llegar a la estrategia definitiva.

Por supuesto que las tres son estrategias coordinables y complementarias que usaremos según el estado de nuestro paciente.

La próxima vez os hablaré de los tres niveles de acción del medicamento homeopático en el tratamiento de las alergias, prometido.

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