“Que la vida iba en serio

uno lo empieza a comprender más tarde…”

(J. Gil de Biedma)

Es un día normal, perfectamente normal. Mediocre como él sólo. No hay nada que lo diferencie de ningún otro. Ni mucho frío ni mucho calor, ni mucho invierno ni mucho verano. De hecho la previsión meteorológica para hoy habla de nubes de evolución diurna y poco más. El transporte público parece que funciona bien excepto en no sé qué estación de metro que por obras de mantenimiento van a habilitar un bus hasta tal fecha para hacer el recorrido entre tal estación y tal otra. Ah sí, perdón, hay una incidencia en los trenes de cercanías por lo de la catenaria.

Vale cariño nos vemos a la tarde, me llamas, no te olvides de aquello, no, no me olvido, un beso, uf  se me hace tarde, siempre igual corriendo a última hora, vale te llamo, adiós, hola buenos días, buenos días, ay qué guapetón qué está, al cole ¿no? y qué contento qué va, oye cantas muy bien, pues lleva unos días malito con tos y mocos, sí claro con este tiempo no me extraña, bueno me voy corriendo que se me hace tarde, adiós guapísimo…

Y así salimos al mundo. A ese mundo que es ancho y ajeno como el título de la novela. Muy ancho y muy ajeno diría yo. Muy ancho. Muy ajeno. Ignorantes de lo frágil que es nuestra estancia en él. La delicada y sutil urdimbre que lo sustenta. Un hálito apenas, un hilito minúsculo en la infinita madeja de las impasibles parcas.

Y nosotros creyendo que era eterno. O actuando como si lo fuera. Que no se movía. Que era una foto. Una foto con los días de vino y rosas. Y allí se nos ve riendo con la familia, los amigos y los seres queridos. Aunque ahora, si lo miramos bien, casi nos pasaron inadvertidos en medio del ruido. Mucho ruido. Demasiado. Una vez por esto y otra por lo otro. Que sí, que muy justificado y todo lo que quieras, pero ahora no se trata de eso. No, ahora se trata de otra cosa.

Quizás sea mejor así. Quizás la naturaleza como siempre sea sabia. Cómo sería vivir si no con esa angustia. Ese sufrimiento.

O sea que ese es un día como otro cualquiera.  Ni más azul ni más gris.  Ni más blanco ni más negro. Ni más amarillo.

Y entonces, en un momento, sucede. ¡Plaf!

Nos lo dicen. O simplemente lo notamos.

La ola de dolor. Y entonces lo sabemos.

Era ese día.

6 Comments

  1. Avatar Blanca LLamazares García el 11 febrero, 2015 a las 5:29 pm

    Buceando en temas de homeopatía me encuentro con este pequeño texto, me llama la atención , comienzo a leerlo, y ¡¡ sorpresa¡¡ nada de homeopatía, nada diluido nada dinamizado, simplemente bien relatado y muy emotivo.

    Enhorabuena al autor que empatiza con todos los que hemos ya hemos descubierto que ” ese día” estaba ahi. Espero que continúe publicando reflexiones tan emotivas.

    • Avatar Gonzalo Fernández el 13 febrero, 2015 a las 11:41 am

      Hola Blanca,
      “nada de lo humano me es ajeno” decía Nietzsche y creo que eso debería ser un mandato para médicos y terapeutas. Para mi y mis compañeros de blog creo que lo es así que no te extrañe ver más textos así (de hecho, por esas casualidades, hoy mismo hay otro con esas características).
      Porque la homeopatía es algo más que dar bolitas, algo más que nanopartículas o mecanismos de acción físico-químicos… y esto es lo que los pseudoescépticos no acaban de entender (o nosotros no acabamos de explicar bien). La homeopatía es sobre todo una comprensión, una actitud ante el paciente y lo que nos rodea.
      Gracias por tu comentario

  2. Avatar Carmen el 12 febrero, 2015 a las 6:57 pm

    Me ha sorprendido mucho leer en esta página de homeopatía un relato así de fresco, espontáneo y tan emotivo. Me ha conmovido y me he sentido identificada: si el dolor siempre está ahí, es parte de la vida y cuando menos lo esperamos , nos toca, nos impregna y nos sorprende.
    Gracias al autor por compartirlo y le animo a que siga escribiendo . Mis felicitaciones.

    Quería también compartir:

    Siento que a veces por lo rápido que vamos en la vida nos olvidamos, o no nos damos el tiempo suficiente (a veces son solo 5 0 10 minutos) para estar en contacto con uno mismo y con el mundo, y preguntarnos cómo estamos, qué es lo importante hoy en mi vida o qué necesito, cómo quiero empezar hoy el día, e ir bajando el ritmo solo por un momento, ir lento.

    Mirar al cielo y descubrir cómo es el día, dejándote impregnar por el, sea nublado, lloviendo, con frío o con sol, qué más da, solo tienes que dejarte llevar y poner la intención de que puedes disfrutarlo, de que está por escribir y descubrir y que la intención y atención es una parte importante de ese día y depende de ti.

    Respirar, respirar, y volver a respirar hondo y compartir con conciencia algo de ti, una sonrisa con un desconocido o no, un buenos días, un hola!, una caricia, una mirada cómplice cuando alguien te observa, un gesto, una palabra de ánimo, un ja ja, una mueca, un uffff cuanto cuesta vivir, o un ufff que fastidio, o unas birras si se presta o un ¡qué contento estoy porque he escuchado el canto de un pájaro mientras andaba camino del trabajo!… o como me gusta la mirada de ese niño del metro y me enternezco, o simplemente, lo triste que me siento y necesito un abrazo, y tantas y tantas cosas que pueden suceder si estamos atentos y nos atrevemos a mostrar un poquito de nosotros y abrirnos a ese mundo ancho y ajeno (como dice el autor del anterior relato) al que a veces consideramos hostil, frío y despiadado pero que muchas veces nos trae sorpresas muy agradables y podemos disfrutarlo más en plenitud.

    • Avatar Gonzalo Fernández el 13 febrero, 2015 a las 11:51 am

      Hola Carmen,
      un poco más y me quitas el post al que doy vueltas como contraposición a “ese día” jaja. La verdad es que mi intención no fue nunca provocar tristeza sino hablar de la vida. Y el dolor forma parte de ella. Pero también todo lo que tú mencionas con tanto acierto y emoción. Así que gracias y volveremos sobre ello…

  3. Avatar Maria Galán el 29 marzo, 2020 a las 4:57 pm

    Gonzalo, me ha emocionado este post. Sencillo y banal como lo cotidiano, pero con la vivencia de la pérdida, de la finitud. Esas frases que tantas veces hemos dicho y hemos oído (“tenéis que valorar lo que tenéis” “las cosas no son eternas”…) pero que jamás pudimos imaginar que se materializarían de una forma tan brusca y sobrecogedora, y que de un día para otro nos hiciera añorar algo tan habitual como el beso en la mejilla de una amiga o el sabor de una cerveza fresquita al sol.
    Toca adaptarse y sacar aprendizaje de las circunstancias. Es momento de reflexión y de modificar escala de valores.
    Quizá un día terminemos por entender por qué ocurrió esta situación, y por qué era necesario que ocurriera.
    Por supuesto si seguimos con vida para entonces.

    • Avatar Gonzalo Fernández el 30 marzo, 2020 a las 12:06 pm

      Hola María,
      muy de acuerdo en todo lo que dices. Y espero y deseo que esta situación nos haga reflexionar colectivamente. Mi temor es que no sea así y, una vez pasado, todo vuelva a la normalidad de siempre, no esa que añoramos sino la que nos ha traído hasta aquí.
      Vamos a contribuir en lo que podamos a cambiar cosas y vamos a cuidarnos para poder contarlo.
      Muchas gracias por tu comentario y por estar ahí siempre dispuesta.
      un abrazo

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