Creo que fue Heráclito quien dijo algo así como que “lo único que permanece es el cambio”. Y yo lo apoyo. Bueno, y cualquiera que mire la realidad sin una venda en los ojos. Cuando miramos a la naturaleza, al universo, vemos que permanece en un cambio constante. Las estaciones se suceden, las estrellas nacen y mueren, y las galaxias también. Miramos una foto de cuando teníamos no sé cuántos años menos y casi no nos reconocemos.

Nuestras células, las que nos conforman, continuamente están renovándose y el oxígeno que hace un momento pertenecía al aire, lo respiramos y ya es nuestro. ¿Somos el mismo? ¿Somos otro? Somos cambio. Somos evolución. El cambio es inherente a la vida, ocurre queramos o no. Pero además, el ser humano es capaz de crear cambios, de evolucionar más allá de la inercia del universo. O de la inteligencia del universo, pero de eso ya hablamos otro día, si os parece. Y esos cambios se verifican en el ser humano como individuo y en los seres humanos como colectividad, la humanidad.

Llevamos miles de años recorridos como humanidad y en este tiempo hemos dado grandes saltos, tecnológicos, filosóficos y espirituales. Y llegados a este punto me resulta difícil posicionarme. ¿Estamos en el momento de mayor esplendor y desarrollo de la humanidad o en el momento más cercano a su fin? O quizás estemos en los dos puntos a la vez. Y creo que la clave que puede definir hacia donde vayamos va a ser esta crisis. O, mejor dicho, cómo la resolvamos.

La palabra crisis viene del griego y significa “separación”, “distinción”, “elección”, “discernimiento”, “disputa”, “decisión”, “juicio”, “resolución”, “sentencia”. Y de la misma raíz griega provienen otros vocablos como crítica o criterio. Las crisis son siempre los momentos en los que hemos de separar el grano de la paja, en los que hemos de elegir, de discernir hacia dónde vamos. Las crisis nos enfrentan a nuestro discernimiento, a nuestro juicio y nos impulsan a decidir.

Cuando estaba en el instituto el profe de filosofía nos hizo leer un libro que me marcó para toda la vida: “Tener y ser” de Erich Fromm. Y me marcó porque sigo pensando, y cada vez con mayor convicción, que ahí está la clave del destino de la humanidad y de cada persona que la formamos. ¿Queremos SER y desarrollarnos como somos seres completos o TENER, poseer y dominar? Yo creo que, como sociedad, en un momento elegimos que el camino hacia la felicidad pasaba por el TENER mucho más que por el SER y ahí nos equivocamos. Y desde ahí comenzamos un viaje que nos ha llevado a estos puertos.

Creo en la tecnología, en el progreso material, en el bienestar pero cuando se da en una sociedad en la que todos lo pueden disfrutar y en la que no se consigue a expensas de la mayoría para el beneficio de unos pocos. Un desarrollo económico y material que honré y cuide de nuestro planeta, de nuestra madre tierra. Y, a mi juicio, no lo estamos haciendo. Y la medicina también puede cambiar, tiene que cambiar. Las personas quieren, queremos, una medicina que integre lo mejor del TENER con lo mejor del SER. Una tecnología en constante desarrollo a las órdenes de médicos que miren más allá de ella.

Hace tiempo una paciente me dijo algo que procuro recordar siempre. Me dijo: “Me han mirado el intestino, me han mirado el hígado, la sangre, la cabeza…Pero, ¿quién me ha mirado a mí?”. Y pensé que no se me ocurría una forma mejor de expresar la medicina hacia la que estamos corriendo. Y la homeopatía nos da eso, nos reconecta con toda la dimensión del ser humano porque desde los ojos de un médico formado en homeopatía la enfermedad se explica desde lo que su paciente siente, piensa y hace. Vivimos, gozamos y sufrimos en el vínculo, en la interacción con el medio y con los demás, desde la individualidad de cada persona. Y toda la tecnología del mundo solo tendrá sentido, solo será un verdadero aliado de nuestra salud, cuando dediquemos primero el tiempo y el amor necesarios para mirar a nuestros pacientes buscando el origen de su dolor en lo que son.

La homeopatía me enseñó esto. Primero me lo hizo comprender y luego me dio un método y unos medicamentos para curar. Y toda esta tecnología tan alucinante que hemos y estamos desarrollando adquiere todo su sentido cuando se pone al servicio de la mirada del médico que usa los ojos de la homeopatía. Creo en las crisis porque estoy convencido de que estamos en este mundo para crecer y porque las crisis son los puntos de apoyo desde los que nos impulsamos. Espero que cada vez comprendamos más para sufrir menos. Mientras tanto, yo creo en las crisis.

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