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Efectos colaterales de la pandemia

Los efectos colaterales de la pandemia

Por Dr. Gonzalo Fernández Quiroga

Después de casi dos años de pandemia por Covid 19, según la nueva y particular definición de la OMS, podemos hacer algunas reflexiones no tanto de los aspectos propiamente científicos y de investigación en sí, sino más bien de los efectos derivados de las medidas y actuaciones sociales y sanitarias.

Así, podemos comentar algunos puntos como estos:

  • La incertidumbre
  • El miedo
  • El papel de los medios de comunicación
  • La ciencia y el cientifismo
  • La culpabilización
  • La segregación
  • Las libertades y la libertad de expresión

La incertidumbre

Como ya he comentado en otros posts, la incertidumbre es consustancial al ser humano. No hay certezas absolutas en la vida ni tampoco en ciencia y la pandemia ha venido de nuevo a demostrarlo.

La incertidumbre es algo con lo que hay que convivir aunque nos pese. Incertidumbre para los médicos en el sentido en que hay muchas enfermedades y aspectos de las enfermedades sobre las que conocemos bien poco. Es más, considerado desde un punto de vista holístico, como hacemos en este blog, menos que poco.

Incertidumbre, también, para los pacientes, educados falsamente en la falacia de que con todos los adelantos tecnológicos que tenemos siempre habrá un medicamento o un procedimiento curativo para cualquier enfermedad.

No, no siempre es así y todos, médicos y pacientes, tendremos que aprender a convivir con ello. Y de paso, reafirmarnos en la idea de que el paciente tiene que ser mucho más activo en la gestión de su salud sin delegar de forma más o menos ciega en los “expertos”.

El miedo

De la incertidumbre nace el miedo. El miedo ha sido la emoción más prevalente en estos dos años. Lo ha permeado todo: las actitudes, la manera de relacionarnos, las medidas sanitarias… Todo, absolutamente todo, ha sido filtrado a través del miedo, tanto las reacciones más individuales como las políticas y sociales.

En efecto, el miedo ha abrazado nuestras mentes y cuerpos y ha sido utilizado sin pudor y de manera torticera por las autoridades. El miedo ha hecho que las conclusiones que podemos extraer de este tiempo sean más bien desalentadoras.

El egoísmo, la sospecha, el linchamiento moral, la mínima capacidad crítica, la docilidad, ha primado en nuestras conductas debido a esa nube oscura y sin forma que es el miedo y que lo ha invadido todo.

Por poner un ejemplo, ahora mismo, aún hay muchas personas que siguen utilizando mascarilla en exteriores en medio del campo por ese “por si acaso” o por haber interiorizado el hábito. Muchas recomendaciones absurdas como esta han hecho perder la confianza en otras que posiblemente fueran beneficiosas.

Eso sí, en los metros, los autobuses y los trenes, los medios de transporte más utilizados por los trabajadores “esenciales” (y menos esenciales), parecieron vedados al virus porque siempre funcionaron como si tal cosa.

Los medios de comunicación

Con sorpresa relativa, los grandes medios de comunicación se revelaron como organizaciones más fieles servidores de los intereses de su junta de accionistas que aquella fantasía de buscar e investigar la verdad por encima de todo. Más allá de controversias y puntos de vistas razonables, la principal carencia en los medios ha sido precisamente esa, que no han existido los puntos de vista, los debates, los argumentos. Solo ha habido uno, el oficialista. Ni tan siquiera en aspectos menores se han dejado resquicios al debate.

Además, han sido los principales propagandistas del miedo con sus amedrentadores titulares diarios. ¿Se imaginan cómo sería si cada día, durante dos años, los informativos abriesen con el número de muertos que provoca la gripe (sí, la gripe) o la malaria, o el cáncer, o (ay) la pobreza?

Si la consigna era vacunar a los jóvenes allí estaban los intrépidos reporteros junto a los irresponsables jóvenes y sus botellones, amén de la foto de algún joven en la UCI. Si eran los niños, oportunamente salía también alguna foto o algún estudio sesgado que enfatizase los estragos del virus en los más pequeños.

La ciencia y el cientifismo

Tampoco ha habido mucha ciencia en estos tiempos. En realidad, ha habido mucha más pseudociencia (utilizando este término tan propio del cientifismo) que ciencia.

Al principio de la pandemia era más o menos comprensible que se utilizasen medicamentos sin muchas evidencias pero, más tarde, cuando ya había pruebas de sus nulos o contraproducentes efectos se han seguido utilizando. Sin embargo, otros, con indicios prometedores, se desecharon sin razones de peso para no probarlos y realizar ensayos clínicos.

Mención aparte merecen las vacunas. Cuando empezaron, hubo una especie de subasta entre laboratorios para ver cuál era la que tenía más efectividad. Efectividad diseñada, según los estudios de las propias farmacéuticas, para Covid leve o moderado y no para formas graves ni para hospitalizaciones. Y con el tiempo, dicha efectividad se ha visto que era mucho más modesta que la esperable.

No vamos a profundizar en estos aspectos de las vacunas y lo que ha supuesto esta campaña de vacunación mundial masiva. Se necesitará más tiempo para analizarlo de forma cabal.

Y, bueno, cuando decimos mundial nos referimos al mundo occidental industrializado y sabiendo que, de entrada, sería imposible erradicar el virus (una pretensión fantasiosa) sin, al menos, vacunar a toda la población mundial, lo cual ya se ha visto, es del todo imposible porque ni los países ricos ni las farmacéuticas, por si había alguna duda, van a regalar nada o van a liberar patentes. Tampoco se consiguió la tan cacareada inmunidad de rebaño (un nombre muy adecuado) que es un fenómeno que tampoco aparece en tantas otras vacunas.

La culpabilización

Como hemos dicho más arriba, se culpó a los jóvenes y a los niños de ser los los principales responsables de la transmisión del virus. El de los niños ha sido un grupo especialmente castigado. Se les cerraron los parques al aire libre, se les puso mascarillas de las que solo recientemente se han liberado (atención solo en el patio y no siempre) y se les aplicó una férrea disciplina covidiana. A pesar de la existencia de estudios que mostraban que los niños no era especialmente transmisores se les indujo a pensar que podían enfermar a sus abuelos y padres. Incluso se emitieron certificados de valentía a los niños vacunados en presencia de la propia ministra del ramo.

El culmen de la hipocresía político-social viene cuando se habla de la alta tasa de suicidios y de los trastornos emocionales postpandémicos en niños y jóvenes. ¿Alguien pensó que todo estas medidas serían gratis? Es patético ver ahora a algunos medios y algunas autoridades con el gesto compungido por todos estos efectos “colaterales” cuando ellos han sido los principales inductores de la situación.

La segregación

Siendo malo esto, no le va a al zaga el intento de segregación de la población no vacunada con medidas tipo Pase Covid. Este certificado tuvo una finalidad no tanto científica, como se ha reconocido en estos días, sino como coacción para estimular la vacunación en un país donde esta era, en principio, voluntaria.

La política se supone que debe intentar unir a la población en vez de azuzar el enfrentamiento como han hecho, de forma irresponsable, muchos políticos de diferentes partidos y algunos afamados periodistas. Se han utilizado adjetivos inaceptables para referirse a un sector de la población que solo hacía uso de un derecho, más cuando hace meses que se supo que la vacuna no eximía del contagio.

La libertad de expresión

La libertad de expresión, y las libertades en su conjunto, han sido las principales damnificadas en estos tiempos. Era una guerra, dijeron. Y ya se sabe que, en las guerras, la verdad es lo primero que decae.

Nadie, y cuando digo nadie es nadie, ha podido salirse del discurso oficialista sin ser tachado de negacionsita, antivacunas o insolidario. Ni aunque los argumentos fuesen razonables, argumentados, moderados y basados en esa evidencia que tanto se proclama pero que tan poco se respeta.

Agencias de información especializadas en denunciar bulos en una, en principio, loable labor social se permitieron el lujo de censurar al British Medical Journal y otras revistas científicas de primer nivel, convirtiéndose ellas mismas en una suerte de fábrica de inexactitudes y malediciencias.

Científicos de la talla de Ioannidis, Gotzsche, etc. fueron igualmente censurados. Es paradigmático, en nuestro país, el caso reciente del Dr. Laporte en el Congreso.

En esto sí se puede decir que hubo total consenso entre partidos de derecha e izquierda. Y eso que el estado de alarma y, por tanto, las normas que de él se derivaron, fue declarado inconstitucional no una, sino dos veces.

En este sentido, mencionar que los partidos de izquierda, los que aparentemente más hablan de derechos y libertades, han sido los principales represores o cómplices de esta situación. Y ni tan siquiera han dedicado la más mínima reflexión a que el covid, y todas las medidas anticovid, han golpeado, como era previsible, mucho más a las clases más desfavorecidas que esos partidos dicen defender.

¿Y qué tiene que ver la homeopatía con todo esto?

En mi opinión, la homeopatía no es solo prescribir un medicamentos de forma más o menos globalizadora y holística. Si, como digo en mis intervenciones en medios, la homeopatía es la medicina biopsicosocial desde hace más de doscientos años, no nos podemos concentrar solo en la parte biológica y emocional (y hasta espiritual) del ser humano y dejar a un lado sus circunstancias socioeconómicas.

Cada vez son más frecuentes estos condicionantes como propiciadores de aparición de enfermedades. Y, como también he repetido, el Dr. Hahnemann, el fundador de la homeopatía, antes de escribir una sola línea sobre homeopatía ya había denunciado la situación precaria e insalubre de los mineros y abogaba por la construcción de barrios para acabar con la pobreza que era la cuna de la suciedad el hambre y la depresión.

Denunciar aquello que socialmente nos parece enfermizo, tal como lo han sido la mayor parte de medidas anticovid, estimular el sano debate, educado y argumentado, respetar otras opiniones, aceptar otros puntos de vista, ser tolerantes, debería formar parte, también, de nuestra tarea como médicos.

Más aún como homeópatas.

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