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A propósito de “Homeopatía, cáncer y sol de navidad”

Cáncer, humanismo, placebo, científico, escucha, calidez, sol, dolor, tristeza, literatura… Unas cuantas reflexiones interesantes sobre este mi último post a raíz de varios comentarios que me habéis ido haciendo llegar por diferentes vías.

Dice el Dr. Casado en un tweet que cada día que pasa se da más cuenta de lo unidas que están la medicina y la literatura.

Yo también lo pienso. Como dije también en otro tweet  al final todo son/somos historias”.

Como médicos tenemos que saber escuchar esas historias  y eso ya es terapéutico en sí mismo. Escucha activa y empatía, algo que, desgraciadamente, no es tan frecuente como debería ser.

Historias que si sabemos devolverlas de nuestros labios, de manera que encajen en la lógica y sistemas de valores del paciente para conseguir que sus conductas sean más funcionales, aún es más terapéutico (reestructurar se llama).

Y si, además, tocamos, exploramos, pedimos alguna prueba si es necesario y conocemos unos cuantos medicamentos eficaces entonces aún mejor.

Pero por encima de todo eso, y no me quiero poner trascendente, al final, en muchos casos, y no solo en situaciones como las descritas en el post , el “espíritu” manda, señores.

Por eso cuando vuelvo a leer “Homeopatía, cáncer y sol de navidad” me hago unas cuantas reflexiones:

Sobre el placebo

Lo que más me hubiese gustado es complacer (“placebo”) a la paciente. De verdad.

Por eso no me importaría nada si alguien dice que quizás tuve una relación placebo con ella.

Tampoco si los primperanes, vitamínicos, paracetamoles y demás fueron placebos en última instancia.

Tampoco si la quimio del final, esa del “ensayo clínico de un nuevo medicamento” que quizá alargue la vida unos cuantos días o semanas, fue otro mero placebo.

Incluso si tuvo ese efecto alguno de los medicamentos homeopáticos prescritos.

Sí, la verdad es que no me importaría demasiado.

Sobre todo si he contribuido, ni que fuera un poquito, al consuelo, si amortiguo un tanto así el dolor, si puedo tranquilizar, si  calmo, si podemos sonreír

Y más si eso lo podemos hacer sin restar un ápice de conciencia al paciente con cualquier tipo de psicofármaco que no sea estrictamente necesario…

La verdad es que me sentiría bien así, muy bien.

¿Hay algún médico en la sala que no sienta lo mismo?

Sobre lo “científico”

Tampoco me preocuparía demasiado si eso se considerase más o menos “científico”.

Si suena a demasiado “artesano” y poco moderno o con poca maquinaria último modelo.

Tampoco que no haya maldita forma de sacarle una estadística a esto salvo las sensaciones subjetivas de la paciente, humanas, demasiado humanas…

Los pacientes, y todos los somos, nos confían su intimidad, sobre todo si nos hacemos merecedores de ello, nos confían sus angustias, su dolor, sus crisis existenciales, sus problemas de pareja, con los hijos, con sus familias, su colesterol, su tensión, su diabetes…

Y todo eso está unido, va junto, entendámoslo de una vez. Ni tan siquiera digo que sea causa, solo digo que va unido, indisolublemente unido. Que es un todo.

Mi querido Bateson lo decía con mucha más precisión y poesía que yo:

“¿Cuál es la pauta que conecta al cangrejo con la langosta, al narciso con la orquídea… y a los cuatro conmigo? ¿Y a mi contigo?”

Es igual que la ciencia lo venga a descubrir de aquí a unos años, o sea que ya lo haya descubierto y yo no me haya enterado. Ni yo ni mis colegas, muchos de los cuales aún se atienen solo al mundo de la materia sin reparar, si vamos a ello, que la pareja o los hijos, la angustia o la preocupación es tan material como el colesterol.

Sobre homeopatía

Bajo esas premisas que algunos médicos utilicemos unos medicamentos (homeopáticos) legales, puesto que las autoridades así los consideran al permitir su venta exclusiva en farmacias, que forman parte de los sistemas públicos de salud de algunos de los países avanzados de nuestro entorno, que la OMS recomienda integrar, etc. debiera ser lo más normal del mundo.

Y cuando ves u oyes a algún miembro de alguna institución médica perorar de forma atropellada contra la homeopatía, por ejemplo, entiendes que tiene un problema, una contradicción que debería resolver. Una contradicción pública en cuanto se posiciona en contra de algo que ellos mismos (y las autoridades) reconocen y otra, privada, también en cuanto que el susodicho haya utilizado técnicas no convencionales que ahora critica con saña. Pero esto no es de extrañar porque ya sabemos lo que pasa con los conversos. Que quizá ese resentimiento que destila, y que seguro que hace que le palmeen la espalda en las fiestas de su pueblo por salir tanto en los medios, más que contra nosotros vaya más contra algún aspecto de sí mismo, quién sabe.

No acabo de entender tampoco que esos otros que dicen ser tan científicos y preocuparse tanto por la salud de la población, se mueven entre números y no han visto un paciente en su vida, solo se manifiesten, de forma harto vulgar la mayoría de veces,  contra esta medicina integrativa que, les guste o no, ha venido para quedarse. Como si en Medicina no tuviésemos problemas más importantes: listas de espera, recortes salvajes, privatizaciones, sobremedicalización, masificación indigna de las consultas tanto para el paciente como para el médico…

Así que muchos de nosotros, confiemos o no en la homeopatía o en la medicina integrativa, utilicemos o no sus recursos, vamos a seguir comportándonos como si el espíritu siguiese siendo lo más importante de nuestros pacientes.

Y considerándolos mayores de edad, y no con el paternalismo propio de otros tiempos, que puedan elegir o complementar sus tratamientos de la forma que crean más oportuna.

Y nosotros daremos nuestra opinión pero los respetaremos tal como dice, por cierto, uno de los pilares de esa medicina basada en pruebas que tanto se cita.

Cada uno con las herramientas y posibilidades que por nuestra afinidad y experiencia hemos visto que mejor podemos ayudar y ayudarnos.

Sobre el sol de Navidad

Y así seguiremos dejándonos mecer por ese sol de navidad, ese sol crepuscular que nos gustaría comer como si fuese un chocolate amargo que nos hace daño aquí dentro, en el estómago. Y nos licuaremos la sangre, los músculos, los huesos, las venas… quizá en la esperanza de disolvernos y transformarnos en unos cuantos rayos de sol. Tan solo eso. No se necesita mucho más.

Unos haces cálidos, muy cálidos, con los que devolver a los pacientes esos soles de navidad que ellos nos van regalando día a día.

4 Comments

  1. Avatar JOSE IGNACIO TORRES el 22 febrero, 2018 a las 10:56 pm

    Cierto, reflexivo y emotivo es el modo en que definiría este post, amigo.
    Seguro que los pacientes quieren un médico como tú. Todos los días me lo dicen con su mirada, sus gestos y sus palabras. Me hablan incluso de la altivez de muchos colegas, de su falta de escucha, de su carencia de humanidad. Triste y preocupante.
    Por eso, es imprescindible el relato BIOGRAFICO. Es necesaria la poesía de la palabra individual que hace cada historia única. Solo así podemos ayudar. Sabiendo que no existe ningún paciente igual al que está con nosotros.
    Habla Rita Charon de la MEDICINA NARRATIVA . Aquella en la que ” la enfermedad y la curación, son en parte, actos narrativos. Los pacientes frecuentemente escriben sobre su enfermedad en busca de PALABRAS en medio del caos que genera estar enfermo.
    Y los médicos escribimos cada vez más y más de nuestra práctica y de nosotros mismos. Y en estas narraciones intentamos a través de lo que escribimos de sus historias y de nosotros mismos un modo de ENTENDER que es imposible de otra manera”.
    David Eagleman cuenta como en su pizarra Francis Crick entre montones de palabras tenía marcada de forma mucho más grande la palabra SIGNIFICADO.
    Y en ello estamos nosotros. Intentando comprender los significados de las palabras y de los silencios de aquellos que nos piden ayuda.
    Un cálido abrazo con rayos de sol…

    • Avatar Gonzalo Fernández el 23 febrero, 2018 a las 8:11 pm

      Gracias José Ignacio por tus siempre agudas y profundas reflexiones. Es muy interesante la relación que hay entre enfermedad, palabras y narrativa. Después de todo armamos con palabras unas sensaciones de mayor o menos disconfort, dolor o preocupación para que otro alguien las escuche, las comprenda y nos “cure”. Escucha, empatía y conocimiento, son pues necesarios. Pero siempre debemos recordar las dos primeras.
      Cuando enfermamos estamos como en un caos y si alguien nos ayuda a ordenar nuestra historia, nuestro relato, ya lo estamos encaminando el alivio o la curación.
      Por eso la aproximación homeopática en cuanto que nos facilita ese abordaje ya es muy positiva.
      Y ahí seguimos
      un fuerte abrazo

  2. Avatar Guillermo Basauri el 23 febrero, 2018 a las 5:30 pm

    Delicioso y profundo. Tan humano como tú.
    Gracias compañero.
    Gracias amigo.

    • Avatar Gonzalo Fernández el 1 marzo, 2018 a las 12:52 pm

      Gracias amigo!
      un fuerte abrazo

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