Las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo terminarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista.

Mahatma Gandhi

No es nada nuevo decir que la medicina actual está excesivamente tecnificada y desafortunadamente deshumanizada.

Si entendemos como Hipócrates, Maimónides, Osler o Marañón y tantos otros maestros lo hicieron que la medicina debería ser una alianza entre la ciencia y la bondad podemos comprender que cuando esta alianza se rompe la terapia cojea y deja de ser útil para el paciente, destino último de nuestro estudio, preparación y cuidado.

Los médicos necesitamos hacer nuestro trabajo sustentados en la solidez que proporciona el conocimiento científico y la tecnología, pero también en la capacidad de comunicarnos con el paciente y su familia y en el manejo adecuado de las emociones propias y las del paciente.

A menudo, observamos, cuando atendemos a pacientes tratados previamente por otros profesionales, o somos nosotros mismos el paciente, que el médico muestra gran maestría y competencia desde el punto de vista técnico, pero absoluta incapacidad comunicacional y enorme dificultad para comprender y regular las emociones.

En la película El doctor de Randa Haines, que está basada en el libro A Taste Of My Own Medicine de Edward Rosenbaum, podemos observar cómo la alta competencia técnica sin humanidad es una forma vacía de ejercer la medicina. El prestigioso cirujano Jack MacKee (William Hurt) que trata a sus pacientes como objetos se convierte en defensor de los sentimientos, emociones y derechos de los pacientes después de pasar por la difícil experiencia de ser él mismo el paciente.

Y esto constituye un grave problema, no solo porque el paciente sale de la consulta descontento, con dudas y con una elevada probabilidad de no cumplir el tratamiento, sino porque es bien sabido que los afectos no solo son necesarios para la sabiduría; también están irreversiblemente incorporados al tejido de toda decisión1. Sin la emoción la comprensión se tambalea de modo que la probabilidad de errores diagnósticos y terapéuticos se incrementa de modo importante.

Para Iona Heath2, doctora en medicina, que fue presidenta del Royal College of General Practitioners, el buen clínico es alguien experto en los sentimientos asociados a las palabras que los pacientes expresan y reivindica la necesidad de equilibrar el exceso de racionalismo con una recuperación de la humanidad que debería presidir cualquier encuentro clínico.

La compasión, esa rara cualidad

La palabra compasión en general no suena bien, porque parece un término de otras épocas con una cierta connotación religiosa.

La Real Academia de la Lengua la define como un sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien, sin embargo, desde el punto de vista del terapeuta la compasión es un sentimiento humano que se manifiesta desde el contacto y la comprensión del sufrimiento de otro ser como bien dice Javier García Campayo3.

Para Ronald Epstein4, es la percepción y la compenetración en el sufrimiento del otro, y el deseo y la acción de aliviar, reducir o eliminar por completo tal situación dolorosa.

La preocupación auténtica por el otro, el deseo de ayudar y el paso a la acción son elementos inherentes a la compasión que no están presentes en la empatía, porque ésta no tiene porqué ser comprensiva, positiva ni llevar consigo deseo ni acción. Por tanto, en todo caso, la empatía es un paso previo, quizás con un componente más cognitivo (percibo su dolor) que emocional (siento su dolor).

Sabemos, por múltiples estudios, que los estudiantes de medicina y los médicos residentes van disminuyendo su capacidad empática con el transcurso de los años de carrera y profesión; y este declive de la empatía puede estar relacionado con la difícil adaptación al estrés de la vida hospitalaria, las experiencias de currículo oculto plagado de ejemplos poco edificantes, la jerga médica, la abrumadora cantidad de siglas, acrónimos y abreviaturas ininteligibles y la cosificación de los pacientes a través del uso de un lenguaje despectivo. Y también es conocido, que los pacientes se sienten mejor cuando sus médicos comprenden sus sentimientos.

La empatía es pues, una cognición, la capacidad de ponerme en los zapatos del otro sin abandonar mis propios zapatos. Puede y debe existir (de hecho, es así, en la mayoría de las personas que quieren ser médicos) una actitud empática innata, pero precisa como cualquier conocimiento y habilidad médica de un aprendizaje, e incluso se puede medir, por ejemplo, con la Jefferson Scale of Empathy5.

Las emociones también se aprenden, siendo un ejemplo paradigmático el método RULER6, que es un modelo científicamente estructurado y validado en la escuela7 y que puede ser aplicable en todos los campos de la enseñanza superior y especializada siendo de especial utilizado el empleo del medidor emocional

Las emociones importan en la formación y desempeño profesional del médico porque proporcionan información que facilita una mejora de la atención, memoria y aprendizaje. Son fuente de creatividad, tan importante en la vida y trabajo de los profesionales sanitarios, ayudan a equilibrar la salud física y mental del cuidador, favorecen relaciones de mayor calidad con los pacientes y las familias y son claves a la hora de tomar decisiones en situaciones de estrés, urgencia e incertidumbre.

Homeopatía y compasión

La naturaleza humana y el modo en el que enferman las personas no encajan en esquemas, algoritmos ni libros de texto, porque es mucho más compleja y precisa de un entendimiento profundo para poder estar en el lugar apropiado de la ayuda.

El método homeopático, que pretende ahondar en el mundo del paciente e individualizar la terapia a través de un interrogatorio pormenorizado y un meticuloso examen de la biografía del consultante, hace de la consulta del médico homeópata un espacio compasivo en el que la escucha y la comprensión cimentan la capacidad real de ayuda.

En nuestra consulta debemos poner en marcha, como si de un perfecto engranaje se tratara, la caja de herramientas básicas para la compasión; la presencia, la sintonía y la humildad. Y si desde la humildad y la presencia somos capaces de sintonizar con la longitud de onda de cada paciente, entraremos en el ancho y tortuoso camino de su biografía, leeremos la película de su vida y estaremos capacitados para interpretar la partitura que nos conduzca a la música verdadera de la terapia.

La consulta del médico homeópata es un lugar de escucha, de comprensión, de respeto y de compasión; un lugar donde la poesía inunda todo lo que rodea a la relación médico-paciente.

Bibliografía

  1. Damasio A. El error de Descartes: La emoción, la razón y el cerebro humano. Booket Ciencia. 2018
  2. Heath I. Ayudar a morir. Editorial Katz. 2009
  3. García Campayo J. Mindfulness y Compasión. Singlatana. 2015
  4. Epstein R. Estar presente. Mindfulness, medicina y calidad humana. Kairós. Barcelona. 2018
  5. Ofri D. What doctors feel. How emotions affects the practice of medicine. Beacon Press. Boston.2013
  6. Marc Brackett . Permiso para sentir: Educación emocional para mayores y pequeños con el método RULER (Autoconocimiento). DIANA. 2020
  7. https://www.youtube.com/watch?v=8wgWlYK-210

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4 Comments

  1. Avatar sol ruiz el 3 noviembre, 2021 a las 11:35 am

    Querido José Ignacio, como siempre, tus posts son un regalo de luz en la alfarería de la conciencia. El médico verdadero, como canta Silvio Rodriguez, “convierte el milagro en barro”. O sea, a partir de la enfermedad construye vida y salud en el torno de la compasión y en el horno del amor. De ese modo el paciente se alivia mientras aprende a conocerse a sí mismo en su fragilidad, guiado por su hermano médico. Con razón en la antigua Grecia la receta universal para toda enfermedad era “conócete a ti mismo”, como aconsejaba el letrero a la entrada de los templos/clínica de entonces. Una recomendación que en el mundo actual parece haber dado un giro hacia el vacío hasta convertirse en algo así “cotillea en las informaciones ‘expertas’ y vive en la confusión, ya verás que kuki resulta, hasta que todo haga ¡plaff!”. Menos mal, que siempre habrá algún médic@ de cabecera, algún ángel@ de bata blanca o verde, o sin bata, que podrá escucharte, comprenderte ,compadecerte y orientarte, ayudándote a que te vayas conociendo a ti mism@ desde los versos de la conciencia y las partituras de la luz.
    Muchas gracias, y un abrazo, querido amigo y maestro!

  2. Avatar jose ignacio el 4 noviembre, 2021 a las 4:08 pm

    Muchas gracias a ti Sol por tu afecto y tus generosas palabras

    Besos

  3. Avatar Pablo el 4 noviembre, 2021 a las 5:54 pm

    José Ignacio siempre serás mi referente como médico clínico y humanista y como buena persona, desde tu antiguo San Agustín y ya próximo a mí jubilación te mando mi agradecimiento eterno por todas tus enseñanzas.

  4. Avatar Gualberto el 8 noviembre, 2021 a las 9:50 am

    Fantástico Jose Ignacio.
    Ojalá todo el mundo (también fuera de la medicina) aprendiera esa compasión que describes. Es más, ojalá llegue un día en que todo el mundo la aprenda gracias al ejemplo vivido en el hogar y en los espacios profesionales.
    Abrazos

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