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el cambio en homeopatía

El cambio en homeopatía

Por Dr. Gonzalo Fernández-Quiroga

Ya hemos hablado, en este y en otros foros, de los cambios que pueden producir los medicamentos homeopáticos. Ponen en marcha una serie de serie de reacciones, seguramente en efecto cascada, en los mecanismos de autorregulación del propio organismo que son los responsables de sus efectos beneficiosos.

Siendo esto bueno y satisfactorio para cualquier médico, debido a los mínimos o inexistentes efectos no deseados de estos medicamentos, ¿es todo lo que pueden producir? Y puesto que siempre hablamos en homeopatía de la integración de las diferentes dimensiones del ser humano (físico, emocional y “espiritual”) ¿dónde quedan estos dos últimos? Y, ¿de qué manera?

O sea, que hemos tratado con éxito una serie de síntomas físicos llámense con tal nombre o tal o cual diagnóstico y ¿ya está? ¿eso es todo?

El cambio

Como practicante también de otra terapéutica, la breve estratégica, centrada en problemas de conducta (“mentales”) a la que la palabra cambio está indisolublemente unida y mediante la cual he visto grandes e innumerables cambios muy significativos en la vida de las personas me quedaría un poco decepcionado si los cambios generados por los medicamentos homeopáticos solo fueran físicos.

El mismo Dr. Hahnemann, el fundador de la homeopatía como tal, hablaba en su obra, el “Órganon de la medicina”, de cómo en el estado de salud el organismo opera en armonía vital, tanto en sus sensaciones, como en sus funciones, y así “puede emplear libremente estos instrumentos vivos y sanos para los más altos fines de la existencia”

No vamos a entrar ahora en cuáles pueden ser esos “altos fines” pero sí se desprende de este parágrafo, así como de otros muchos, que el cambio debe ser integral.

El verdadero cambio

El medicamento homeopático más adecuado al caso no será elegido, pues, solo por los síntomas físicos que presenta el paciente sino también por su “estado anímico y mental semejantes”. Y así “no se dará Nux Vómica cuando el carácter es suave o flemático, ni Pulsatilla cuando es feliz, alegre y obstinado o Ignatia cuando es imperturbable y poco dispuesto a sufrir por sustos o penas” sigue escribiendo Hahnemnann en la misma obra (nota 122).

Esto, junto a uno de los principales criterios de la buena evolución homeopática de un caso, a saber, que el paciente experimenta una mejor disposición de ánimo, de actitud y de fuerza interior hace que la observación por parte del médico homeópata de hasta dónde está cambiando el paciente adquiera una relevancia capital.

En efecto, por supuesto que como médicos estamos muy satisfechos de haber contribuido a curar tal episodio de otitis, tal de amigdalitis, de fibromialgia, tal de afección respiratoria o de la piel, pero inmediatamente debemos afinar nuestra observación sobre cómo son esos cambios. Y comprobar si los episodios de enfermedad se repiten cada vez con menos frecuencia e intensidad o, incluso, desparecen del todo.

Solo si eso es así, solo si los episodios en los que la enfermedad se venía manifestando van despareciendo paulatinamente (o de golpe) podremos sentirnos satisfechos como médicos.

El cambio homeopático

Pero hay más. Verdaderamente satisfechos estaremos, homeopáticamente hablando, si, además, observamos en el paciente un mejor ánimo y actitud, una mayor apertura hacia los demás. Si manifiesta, de diferentes maneras, haberse “liberado” de según qué “prisiones mentales” que lo atenazaban y de las que, probablemente, ni él mismo era consciente.

Muchas veces, ni tan siquiera es capaz de verbalizarlo. En paralelo a la mejoría de los síntomas físicos “algo” ha sucedido y no sabe muy bien qué es pero se siente más confiado, con más ilusión y ganas. Ya no le molesta tanto tal o cual situación que antes le encolerizaba o le entristecía de forma exagerada. Hasta las personas de su entorno más próximo le dicen que está diferente en tal o cual aspecto y él lo nota pero no sabe bien a qué atribuirlo.

Del yo a los otros

Este último, en diferentes graduaciones, es el verdadero cambio homeopático. No se produce siempre pero cuando lo hace es realmente impactante tanto para el paciente como para el médico.

Y es igual que el paciente lo atribuya o no al medicamento. Muchas veces será así, otras no tanto. En cualquier caso, creo que es mucho más terapéutico atribuirlo a la conjunción del propio medicamento y la consciencia y esfuerzo del propio paciente, bien orientados por el médico.

Y este cambio siempre va en la misma dirección. Del egocentrismo del yo hacia el otro. Y puede ser expresado de muy diferentes formas. La apertura de miras. La apertura a los demás. La responsabilidad individual. La tolerancia y el respeto.

Cualquier médico, sea cual sea su orientación, desearía cambios así en los pacientes.

Una mejoría de la sintomatología física, como decíamos, con la mínima incidencia de efectos no deseados.

Un cambio en la emocionalidad para que, poco a poco, sea más equilibrada y serena.

Un cambio de fondo hacia una mayor conciencia, solidaridad y reconocimiento en todos los seres que componemos el universo.

Un cambio, en suma, integral, homeopático.   

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