
La ira en el contexto de la homeopatía
¿Se puede controlara la ira? ¿Es buena o mala? ¿Todo el mundo puede sentirla? ¿De dónde surge la ira? ¿Puede la Homeopatía ayudarnos con la gestión de la ira?
¿Qué es la ira?
“La ira es un veneno que uno toma esperando que muera el otro”, William SHakespeare.
Según la RAE, en su primera aceptación, describe la ira como un sentimiento de indignación que causa enojo. Para mi gusto, es una descripción un poco tibia del término.
Así mismo, acepta como sinónimos términos como furia, rabia, cólera, furor, enojo, indignación, irritación, vesania, cabreo. Y considera calma y tranquilidad vocablos con significado opuesto.
La ira es la expresión extrema de la rabia o del enfado que podemos sentir ante situaciones que nos contrarían de alguna manera. Es un sentimiento que podemos expresar de manera colérica, agresiva, incluso, violenta o que podemos reprimir y dejar dentro de nosotros.
¿Es buena o mala la ira?
Hace tiempo que he dejado de sentir y de pensar que las cosas sean buenas o malas en términos absolutos. Tiendo a pensar que los hechos son neutros y todo depende de lo que seamos capaces de hacer con ellos. En la vida creo que lo importante no es el qué sino el cómo.
La ira es un sentimiento humano muy difícil de no sentir en multitud de situaciones de la vida. ¿Quién no la ha sentido alguna vez? Yo, desde luego, sé perfectamente que es sentir ira.
¿Cuáles son sus causas? ¿De dónde surge la ira?
Cuando algo nos contraría, cuando sentimos que algo va contra nuestros intereses, cuando nos sentimos ofendidos o perjudicados, la ira puede aparecer. Y ¿De dónde surge?
Los seres humanos tenemos dos sistemas operativos desde los que podemos funcionar y relacionarnos con la vida: nuestra mente y nuestro corazón. A mí me gusta más referirnos a ellos como nuestro ego y nuestra alma.
La diferencia básica entre ambos es que el primero, el ego, es un sistema dual, basado en la polaridad, mientras que nuestra alma contempla la realidad desde la unidad y así entiende que todo está conectado y no enfrentado.
De esta manera, el ego juzga y determina si algo es bueno o malo en base a sus gustos y conveniencias, basados en un sistema de creencias. Para un vegetariano comer carne estará mal, mientras que para un omnívoro será lo correcto.
En cambio el alma, al sentir que todo está conectado, que todo es uno, su relación con la vida se basa en el amor. Si todo es uno, qué sentido tendría no amarlo todo. Así, el alma entiende que cuando no amas a una parte estás dejando de amarte a ti mismo. Desde ese lugar, el juicio se sustituye por la aceptación, entendiendo que todo lo que ocurre no es ni bueno ni malo, tan solo es la circunstancia que nos toca experimentar. Es la arcilla que la vida nos da para que vayamos modelando nuestra vasija.
Para el alma todo tiene un sentido profundo, pues todo puede servirnos para nuestra evolución como seres humanos. El alma no repara en el qué sino en el cómo: cómo vivir lo qué me esté pasando para sacar de mí mi mejor versión. Lo mismo que hace la ostra cuando se le mete un cuerpo extraño dentro de su concha; transforma una molestia en una perla.
Todo esto para el ego es totalmente disruptivo e inaceptable, pues la mente no puede ver más allá de su sistema de creencias. No puede entender que algo que siente que no le conviene pueda ser igual de valioso, o más, que algo que considera bueno para él. Para el ego lo importante es lo que pasa fuera; para el alma, es lo que pasa dentro de nosotros en relación con cada evento de la vida.
Y, en todo este contexto, a mí me resulta sencillo entender que la ira es la respuesta automática del ego frente a todo lo que no va a favor de sus intereses. Intereses que son particulares del ego de cada persona y que, por supuesto, generarán conflicto cada vez que se confronten con los intereses de otro ego.
El alma es ajena a la ira pues para ella la vida siempre es un viento a favor y en nosotros está saber utilizarlo para nuestro progreso. Y esto es lo más alejado del conformismo, la pasividad o la resignación. Es la actitud más profundamente creativa y constrictiva que un ser humano puede tener ante la vida.
¿Es necesaria la ira? Consecuencias de la ira
Hay personas que opinan que la ira puede tener beneficios, pero yo no los veo. Lo digo de otra manera; para mí siempre hay una forma más constructiva que la ira de afrontar cualquier circunstancia de la vida.
Eso no quiere decir que la ira no sea un sentimiento completamente natural y humano; yo soy el primero que siente ira. La cosa es que cuando la siento, lo primero que intento hacer es aceptarla sin juicio, con amor, compasión y, dejadme que lo diga, incluso con curiosidad y, a partir de ahí, entendiendo que es la respuesta del sistema operativo de mi ego, intento cambiar dulcemente de sistema operativo y pasarme al del alma. A veces me sale mejor y otras no tan bien, pero esta es la danza de la vida y a cada momento hay que elegir con que pareja la bailas; con el ego o con el alma.
La ira es como un huracán, como un tsunami, que lo puede arrasar todo. Un momento de ira te puede llevar a hacer o decir algo que genere daños irreversibles. Pensad que en esta vida destruir es muy fácil y rápido, pero construir cuesta mucho.
El ego vive la ira como un instrumento extraordinario para conseguir sus objetivos. La agresividad, las amenazas o la coacción son estrategias muy útiles, sin duda, para el ego que desea un objetivo, pero el precio que se acaba pagando es siempre muy alto. La ira y sus herramientas, levantan un muro frente a los otros y las relaciones con los demás se van enrareciendo.
Los ataques de ira puede parecer que liberan la tensión, que sosiegan, y puede ser así en un primer momento, pero esta sensación de alivio pronto se transforma en culpabilidad, vergüenza y tristeza.
La ira anula nuestra capacidad de escuchar al otro y ofusca nuestro pensamiento y la posibilidad de reflexionar con una mínima claridad. Nos hace decir cosas que puede que no pensemos, al menos en esos términos. Nos aleja de la resolución óptima de cualquier conflicto o situación.
En realidad, la ira es una manifestación de la debilidad del carácter, del dominio del ego sobre el alma. Frente a la ira, el alma responderá con la templanza.
Además, sabemos perfectamente que el enfado, la cólera, la ira, desencadenan reacciones en nuestro organismo que debilitan nuestro sistema inmunológico y potención todos los procesos inflamatorios.
Algunas actitudes que nos pueden ayudar a gestionar la ira.
Lo primero; reconocerla y aceptarla.
Todos vamos a sentir enfado e ira en algún momento, sencillamente, porque somos humanos. La cosa es, quedarnos enganchados e identificados con ella, actuándola hasta sus últimas consecuencias, o elegir observarla sin juicio para poder colocarnos en otro lugar más constructivo y coherente con nuestra alma.
Negarla, es absurdo. Abandonarnos a ella porque nos descarga, solo la alimenta. Así que la única actitud útil es aceptarla sin culpa pero sin justificaciones; estamos enfadados pero podemos elegir, no es la única opción.
Cultivar la empatía.
La empatía no es otra cosa que la capacidad que todos tenemos de ponernos en “la piel de los demás”. Intentar comprender en vez de juzgar nos suele llevar, con muchísima frecuencia, a sentir que nosotros mismos reaccionaríamos de una forma muy parecida a la de la otra persona si nos viéramos en sus circunstancias. Y, en todo caso, siempre nos ayuda a ver al otro desde un lugar mucho más amable (digno de ser amado) y compasivo.
En definitiva, todos vivimos y hacemos las cosas lo mejor que podemos y si no nos sale mejor es porque no sabemos hacerlo. Todos, empezando por nosotros mismos.
Cultivar la presencia.
Uno de los grandes problemas de la ira es que es como una gran roca cayendo por una ladera: en cuanto empieza a rodar ya no hay quien la pare y cada vez su velocidad y su fuerza es mayor. Por eso es muy importante estar atentos a nuestros estados emocionales para poder modular la ira antes de que se haya puesto en marcha, porque cuando la ira se ha desatado ya es muy probable que no podamos detenerla.
Así que cuando sintamos que nuestra ira comienza a activarse, cuando sintamos que nos “estamos calentando”, pararse a sentirla y hacernos conscientes de ella es el primer paso para poder dar otra salida más constrictiva a esa situación. Lo de contar hasta 10 antes de reaccionar, puede ser una gran estrategia.
Recuerda el dicho: “Cada persona es dueña de sus silencios y esclava de sus palabras”
La ira en el contexto de la Homeopatía.
Cuando abordamos los problemas de salud de una persona desde la mirada de la Homeopatía no nos basta con tener un diagnóstico de su enfermedad, necesitamos conocer todos los aspectos relacionados con esa persona, incluidos los que tienen que ver con su mundo mental, emocional y comportamental.
El temperamento y cómo cada persona es capaz de manejar el enojo y la ira, es uno de los rasgos más característicos y definitorios del carácter de una persona. Todos podemos mostrarnos coléricos en algún momento y bajo determinadas circunstancias, pero es evidente que hay personas en las que esa tendencia a la ira es un rasgo central de su carácter. Y eso, en Homeopatía, es algo que tenemos muy en cuenta.
Estos podrían ser algunos ejemplos de medicamentos homeopáticos indicados para ayudar en los problemas de salud de las personas especialmente iracundas:
Son personas muy activas, pragmáticas, impulsivas e impacientes, siempre preocupadas por la eficacia y la consecución de objetivos a corto plazo. Son muy exigentes consigo mismas y con los demás. Capaces de explosiones de cólera, pudiendo llegar a la violencia, especialmente ante cualquier contrariedad que se interponga en la consecución de sus deseos y objetivos.
Las personas sensibles a este medicamento se caracterizan por esconder un profundo sentimiento de inferioridad detrás de una actitud de orgullo y prepotencia. Son muy críticos y competitivos, siempre intentando sobresalir para así compensar su sensación de “no ser capaces”. Y así también pueden manifestar fuertes reacciones de ira y cólera ante cualquier situación que les contraríe y ponga en evidencia sus debilidades.
Normalmente son personas muy correctas y respetuosas con los demás. Son honestas y muy responsables y nunca serán injustas, al menos voluntariamente, con nadie. Muy trabajadoras y exigentes, es frecuente que sean personas muy exitosas en su desempeño profesional. En este sentido, suelen ser personas muy prósperas pues para ellas el dinero suele ser algo muy importante en la vida. Pero, lejos de ser avaros, suelen mostrase muy agradecidos y generosos con los demás.
Por otro lado, tienden a ser muy rígidas en su forma de ver el mundo; las cosas son como son y son como ellos las interpretan. Tienen la sensación de estar en posesión de la verdad y aceptan muy mal cualquier tipo de crítica o punto de vista diferente al suyo. Estas situaciones pueden hacerles estallar en ataques de cólera desproporcionados.
Las personas sensibles a Hepar sulfur muestran una profunda intolerancia al dolor en particular y al sufrimiento en general. No soportan el dolor físico que les vuelve muy irritables, coléricos, ofensivos, groseros y hasta crueles. Parece que hacen responsables a los demás de sus males y de sus sufrimientos y pueden volverse muy exigentes y demandantes a la hora de buscar ayuda.
Esta intolerancia al sufrimiento, tanto físico como emocional, hace que estas personas desarrollen cuadros de ansiedad e irritabilidad ante situaciones que, objetivamente, pueden parecer menores pero que ellas las viven de una manera desproporcionada.. Se diría de ellas que son personas con “los nervios a flor de piel”, dispuestas a saltar por la mínima contrariedad.
STAPHYSAGRIA.
Muy sensibles a las injusticias, a las frustraciones y decepciones, pero les ocurre que en vez de expresar sus sentimientos y su parecer en el contexto adecuado, tienden a reprimirse, a tragárselo, lo que les genera un estado permanente de crispación y susceptibilidad.
Así, presentarán un humor paradójico con un fondo de dulzura y timidez sobre el que estallarán momentos de cólera ante la más mínima situación, con tendencia a ser especialmente duros con las personas más cercanas, por ejemplo, la familia.
Es frecuente que tengan comportamientos autoagresivos frente a la frustración. Así, en los niños más pequeños es frecuente que los padres te digan que a veces les parece que buscan el castigo físico y que “no para hasta que recibe”.
Es un transgresor, agitado, impulsivo y precipitado, capaz de agredir a quien le lleve la contraria. De hecho, puede mostrar una gran violencia impulsiva que no cesa hasta que destruye. Con un ego completamente desmedido, puede comportarse como un tirano al que hay que obedecer.
ANTIMONIUM CRUDUM.
Son personas con muy mal humor y tendencia a los problemas digestivos y de piel. Es muy característico que los niños se irriten y monten en cólera tan solo con que se les acerquen o, incluso, les miren.
CHAMOMILLA.
Las personas sensibles a la manzanilla en dilución homeopática son hipersensibles en general y, como en el caso de Hepar sulfur, en particular al dolor. Así, cuando se les regaña o se sienten contrariados manifestarán reacciones coléricas que pueden llegar a ser violentas. Y, como Antimonium crudum, cuando están molestos no soportan ni que les miren y mucho menos que les hablen o se les acerquen. Pueden ser unos seres caprichosos y tiránicos.
Estos dos últimos medicamentos suelen ser prescritos con frecuencia en los niños.
Estos son sólo algunos ejemplos para ilustrar la importancia que este rasgo del carácter puede tener a la hora de elegir el medicamento homeopático de un paciente. Existen otros medicamentos homeopáticos que tienen entre sus características comportamentales la tendencia a la ira. Incluso, algunos con un fondo dulce y templado, como SILICEA o CALCAREA CARBONICA, pueden ponerse coléricos si se ven presionados por el entorno. Y todo esto, los médicos formados en Homeopatía, lo sabemos y lo tenemos en consideración en el momento de valorar nuestros tratamientos.
En estas personas la Homeopatía no va a hacer que dejen de ser quienes son, pero sí puede ayudar a que gestionen su irritabilidad y su cólera al modular sus estados emocionales. Que sean ellos los dueños de su temperamento y no que su temperamento les domine sin control.
Y, mucho más allá, la Homeopatía nos permite, a los médicos que la conocemos, a comprender mejor el mundo emocional de nuestros pacientes. Nos permite acercarnos a su conflicto existencial sin juicio y sentir que tan solo, como todos, viven y actúan lo mejor que saben y que pueden. Esto nos hace posible poder colocarnos en un lugar en el que, con nuestras palabras y nuestra presencia, podemos también contribuir a su equilibrio y a su sanación. No ser solo prescriptores, sino ser también “medicina”.
Algunas reflexiones finales
No recuerdo ni una sola vez en mi vida en que la ira, la cólera, me haya llevado a resolver ninguna situación de forma satisfactoria. Lo que recuerdo es que siempre tras la ira, como en cualquier batalla, solo queda un campo lleno de dolor y de “cadáveres” emocionales. Cadáveres emocionales que, en muchas ocasiones, es imposible devolver a la vida. Un momento de ira puede empañar, e incluso destruir, la relación más bella.
Yo uso un truco con la ira, del que ya os he hablado, que me sirve para todo en la vida: la presencia. Para mí, saber en cada momento si estás viviendo, reaccionando, desde el ego o desde el alma es lo fundamental. Cuando siento incomodidad, inseguridad, ansiedad, miedo, envidia, enfado, rabia o cualquier sensación que me aparte de la serenidad, la alegría y la compasión, entonces estoy seguro de que estoy funcionando con el sistema operativo del ego. Y está bien, es una opción, pero no es la que prefiero. Así que, con paciencia y todo el cariño que puedo hacia mí mismo, elijo cambiar al sistema operativo del alma. A veces tardo más, otras menos y a veces me sale mejor y otras no tan bien. Pero es que esta es la danza que hemos venido a bailar a esta Tierra; la danza entre la materia y el espíritu, entre el ego y el alma.
Eso sí, como siempre digo: no me creáis nada, pero si algo resuena en vosotros solo queda experimentarlo y ver qué pasa.

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