Es necesario que hablemos del mal como origen de múltiples problemas de salud. Un mal que nos acecha en las escuelas, los hogares, los centros universitarios y el ámbito laboral.

Maldad como causa de baja laboral por enfermedades físicas y mentales incapacitantes que llevan a las personas a pedirnos ayuda porque no quieren volver a su lugar de trabajo. Desean alejarse del incendio que les quema, arrojarse por las ventanas de la naturaleza y la salud, y salir de nuevo a la calle, a la vida.

el tiempo tiene miedo

el miedo tiene tiempo

el miedo

pasea por mi sangre

arranca mis mejores frutos

devasta mi lastimosa muralla

destrucción de destrucciones

sólo destrucción

y miedo

mucho miedo

miedo

Alejandra Pizarnik

Destruídos

En los últimos años, es habitual que en nuestras consultas de atención primaria recibamos a personas rotas, seres humanos que simulan un amasijo de piezas de cerámica dispersas entre sus ropas desgarradas después de soportar múltiples explosiones.

Se muestran como puzles complejos de desentrañar, porque muchas de sus partes se perdieron entre papeles, correos electrónicos, mensajes de móvil e insultos, en un largo camino hacia la nada.

Y se sienten inútiles, como un pendiente roto, o los rayones que dibujo sobre el periódico, como en el poema de Carmen Fernández Rey.

Algunas acuden, cuando están al borde del abismo, después de una crisis de pánico, un dolor de cabeza duradero e intenso que les hace pensar en lo peor, un síncope que les lleva a urgencias del hospital mientras viajan para seguir trabajando en cadena como en Tiempos modernos de Chaplin, un dolor torácico fruto de la ansiedad; e incluso, después de haber superado una crisis coronaria.

Otras, deciden, de un momento para otro, que ya no pueden más, y llenan las salas de espera en busca de una solución, un remedio mágico, y sobre todo, de alguien que sea capaz de escucharles y ofrecerles un poco de respeto y afecto en la soledad de esta sociedad líquida.

Muchas de ellas piden ayuda después de mucho pensarlo, porque la culpa y la vergüenza se lo han impedido antes. Y lloran tras nuestra primera pregunta, de un modo desconsolado….

A veces, es tarde, e incluso, en alguna ocasión, demasiado tarde, porque el corazón o el alma se rompió para siempre.

Nosotros, desde el umbral de la consulta les esperamos, porque sabemos que van a venir; y como el guardameta que abre las manos para recibir el balón evitando la derrota, el fracaso colectivo y la culpa individual nos colocamos en la puerta para parar los golpes de la vida. ¡Son tantos! que diría César Vallejo.

Cuentan que su superior, su jefa, sus compañeros, les ridiculizan, les persiguen, les apartan de sus tareas, les acosan a través de los teléfonos, ordenadores y colaboradores. Les despojan de sus labores, les colocan en un rincón o les obligan a hacer fotocopias, e incluso, les dicen que es mejor que no vuelvan…

He conocido abogadas apartadas de todas sus competencias, directoras de marketing insultadas por la familia del jefe hasta los peores extremos imaginables, bancarios extenuados porque su jornada se extiende hasta el infinito, conectados noche y día al teléfono y el ordenador, dispuestos a dar la vida en el intento sin disponer de tiempo para pensar y sentir…

Y en todos los casos aparecen sentimientos de frustración, impotencia, rabia y rencor; un rencor profundo y oculto que mina sus pulmones, intestino, corazón y cerebro.

Cuando llegan a la consulta, se muestran como animales heridos, frágiles y razonablemente desconfiados. Nos escrutan en busca de complicidad, porque sienten, todos sin excepción, que nosotros tampoco les vamos a creer. Nadie les ha creído hasta ese momento, quizás, ni ellos mismos se creen lo que sucede a su alrededor.

Presenciamos sus llantos, sollozos e impotencia, y les vemos desmoronarse, apretando los puños y los dientes, mientras nos piden disculpas.

Las medicinas más útiles para el médico en esos casos son el silencio, el pañuelo y el tiempo; ese tiempo que no nos dan, pero robamos, ya que los médicos de familia somos ladrones de tiempo. Lo sustraemos, porque lo único que importan es la salud y las vidas de las personas. Y así, con la ausencia de relojes, y la sensación de que no hay prisa, sienten por fin, que está permitido hablar y llorar…

El daño sucede en la empresa privada, llena de tiburones, y también en la pública, donde las hienas están en búsqueda permanente de sus víctimas.

Son presa fácil, porque no existen códigos ni normas capaces de protegerles de la persecución, por mucho que digan “los papeles”. Es frecuente, que los más vagos e incompetentes, o a veces, los enfermos de trabajo (workaholic), sean los acosadores que se sienten protegidos por la empresa y la masa, tan cobarde, del mismo modo que a veces sucede en los hogares y en las aulas.

El acoso laboral, es motivo de ensayos, estudios y de películas en las que se refleja el problema de modo certero como Mi Piace Lavorare (2004) de Francesca Comencini o The Assistant (2019) de Kitty Green.

Son maltratados por su competencia en el trabajo, su buen carácter, su condición sexual, o su modo de vestir… Cualquier excusa es buena para apalear a los demás, en una perfecta imitación a los poderosos del planeta contaminado en el que vivimos.

Después de cada encuentro con ellos me quedo pensando en la maldad. En sus orígenes y circunstancias. Me cuesta entenderlo. Y me sorprende que cada vez sea más frecuente, porque estas consultas no eran tan habituales hace décadas.

El ratonero no tiene nada que reprocharse.

Los escrúpulos le son ajenos a la pantera negra.

No dudan de lo correcto de sus actos las pirañas.

El crótalo se acepta a sí mismo sin complejos.

Wislawa Szymborska

El mal

Este poema de la premio Nobel polaca se titula Elogio de la mala conciencia de uno mismo, y de eso, es de lo que estamos hablando, de una sociedad y un mundo empresarial desalmado y sin conciencia, en definitiva, del mal.

Sobre el mal, ya hablaron los filósofos (Sócrates, Platón, Tomás de Aquino, Nietzsche) o consejeros como Maquiavelo, pero ahora es visible en las redes sociales, en los medios de comunicación, en la política, en la escuela, en el trabajo y en la medicina.

La Ponerología, es una rama de la teología que se ocupa del estudio del mal. Como casi siempre la palabra procede del griego- poneros (el mal)- y se nutre de la psicología, psicopatología, sociología, filosofía e historia.

Según la ciencia, la maldad habita la tierra en una proporción estadística, de modo que es previsible encontrarse a lo largo de la vida con los malvados.

En nuestro país hay más de un millón de psicópatas puros y entre cuatro y cinco millones de personalidades psicopáticas (psicópatas integrados o normalizados). Entre ellos, encontramos narcisistas, trepas, maquiavélicos y malvados. Aunque se presentan ante todo el mundo como personas encantadoras, dotadas de una imagen pública impecable, son seres sin emoción, sin empatía y sin capacidad de reconducir su conducta.

En el comportamiento violento, irascible y rencoroso pueden influir los genes, como la mutación del gen MAO-A, que predispone a la ira y la violencia, pero es clave el ambiente, el ambioma que diría Lipton, sobre todo la educación recibida y los traumas emocionales.

Mi Piace Lavorare- Francesca Comencini

  • Cuando nuestro mundo interior se desmorona, cuando está muerto y sin amor, cuando nuestros seres queridos están despedazados y somos presa de la desesperación y la impotencia, es justo cuando debemos volver a crear nuestro  mundo, juntar otra vez los pedazos, infundir vida a los trozos muertos, recrear la vida.
Hanna Segal

Reconstruyendo al destruido

Este mundo de prisas y trabajo en rueda y cadena viene generando problemas de salud física y mental desde hace más de siglo y medio.

Estamos continuamente al acecho, en búsqueda permanente, en el centro comercial, en la red, en las aplicaciones, en las tiendas… impulsados por el sistema de recompensa primitivo que promueve la adicción. Nos fotografiamos, hacemos vídeos de nuestros momentos más íntimos en un ejercicio de narcisismo patológico, infantil y banal. Y a pesar de todo, tanto estímulo no nos sacia, porque no encontramos ni de día ni de noche la recompensa aunque recibamos miles de likes y abramos nuestras puertas de forma continuada a los transportadores de paquetes que llegan a nuestras casas, mientras se vacían nuestros bolsillos y las reservas de dopamina. Puede ser, porque vivimos en núcleos urbanos conectados a las redes, pero desconectados de la naturaleza y de los demás.

La industrialización y el éxodo a las ciudades crearon el monstruo de la neurastenia, término acuñado por el médico George Miller Beard en 1869; una patología que fue conocida como la enfermedad de la civilización.

Actualmente, el estrés ha pasado a ser el motivo de baja laboral más frecuente. El estrés, genera un proceso de inflamación generalizado, que afecta a la salud física y mental, y cursa con agotamiento físico, psicológico, emocional, y vital.

Hablamos, también, del síndrome de burn-out o estar quemado, un término que introdujo en 1974 el psicólogo Herbert Freudenberger para describir la situación por la que pasa un profesional, generalmente competente y comprometido, cuando ya no puede más. Es un síndrome que afecta especialmente a los profesionales de servicios, como los sanitarios, y es la causa del abandono de muchos buenos profesionales del cuidado.

Dicen los psiquiatras con los que trabajamos, que el 50% de sus consultas están dedicadas a atender a personas maltratadas en el ámbito laboral. Y día a día, lo comprobamos en el centro de salud.

Con ellos, con psicólogos, trabajadores sociales, familia y amigos intentamos formar un equipo terapéutico para conseguir restaurar sus almas y cuerpos rotos.

Actuamos como arqueólogos, reparando pieza a pieza, quitando el polvo y la suciedad, pegando trozos, pintando lo borrador; en definitiva, generando confianza, estableciendo tiempos, proponiendo tareas, fomentando la autoeficacia y restableciendo la autoestima tan dañada.

Y es necesario, entender que con cada persona rota trabajamos lo personal, lo social, lo natural y lo espiritual

En muchas ocasiones tratamos los síntomas de ansiedad y bajo estado de ánimo con fármacos y psicoterapia de diversos tipos: cognitivo-conductual, terapia breve, terapia de compasión, biblioterapia, cineterapia…

Cuando pensamos en el empleo de tratamiento con medicamentos homeopáticos, para el miedo, la ansiedad y el bajo estado de ánimo, sin duda, el más apropiado de todos será Staphysagria.

Quizás, el miedo al trabajo se explica por el hecho de vivir en una sociedad en la que reinan la frustración, la vejación y la rabia contenida, una sociedad staphysgriada, un término, que de seguro emplearía Byun-Chul-Han si conociese los medicamentos homeopáticos. Y nos diría que a pesar de todo, nunca hay que perder la esperanza.

Esperanza, es lo que cada día inoculamos a esas personas destruidas. Confianza en nosotros y en sí mismos, porque cuando nos sentimos invadidos por la confusión y la impotencia, debemos volver a nuestros orígenes. Y así como en la mitología griega Caos engendró al Amor, en la actual sociedad del cansancio, el afecto será la mejor terapia de reconstrucción.

Ese es también nuestro mensaje para todos aquellos heridos por el dardo de la maldad.

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